Ante todo, somos pareja
Llega el bebé y es cierto que la realidad se transforma, pero no puedes dejar atrás todo lo que has vivido con quien compartes ser padre o madre. Aunque la relación de pareja tiene varias etapas y tener un hijo significa el paso de una a otra, no hay que olvidar el origen del hogar: papá y mamá.
Para Ingrid Gómez, psicóloga de relaciones y creadora de Prosperlove, cuando no ha nacido el bebé no son muchos los cambios; de hecho, “el hombre y la mujer se conectan más: la mayoría de parejas “se quiere más, es más amorosa, hay más protección y ternura, el esposo ve a la esposa divina y la mujer se siente protegida por el hombre. El miedo está en el cuidado y futuro del bebé”.
No obstante, hay circunstancias en torno a esa nueva fase que dependen de otros factores y no necesariamente de un primogénito. Por ejemplo, de si los padres comunican entre sí lo que les pasa o de si, por el contrario, guardan y acumulan sus sentimientos; también de cómo expresan sus emociones, cuáles son sus propias historias y la manera como ven la vida.
Las reacciones de la pareja frente al embarazo son variadas, lo que quiere decir que no hay un patrón y que a veces dependen de cómo fue concebido el niño. Si es un hijo planeado, evidentemente llegan la felicidad y una conexión muy profunda, en la mayoría de los casos. Si no lo es y ambos se sienten felices con la noticia, habrá temores aunque pronto recuperarán la armonía; otros no se sienten preparados y no lo aceptan con felicidad, aunque son un porcentaje muy bajo.
También, los cambios que enfrentan las mujeres son diferentes a los de los hombres: para ellas es más clara la transformación física y hormonal. En los hombres, pese a que es diferente, también es común sentir compasión, miedo, inseguridad, curiosidad o incertidumbre. Algunos se vuelven muy cuidadosos y proteccionistas.
Aunque, en general, las parejas pueden acoplarse a la nueva vida que conlleva el embarazo, es importante comunicarse, expresar las emociones y los malestares, brindar ayuda, consentir al otro, y basarse en el amor y la fe.
Si la mujer tiene cambios emocionales, es bueno que el hombre la apoye y entienda, pero con límites y sin entrar en el capricho o la terquedad.
Cuando nace el bebé…
Un hijo trae ilusión, bienestar, motivación y felicidad. Asimismo, una gran responsabilidad. La casa ya no será para cocinar para todos los amigos una noche, ver una película con toda la familia o ‘escaparse’ un fin de semana. Ahora hay que respetar los espacios y tiempos del bebé, y afrontar la aventura.
Las actividades cambian, las rutinas también, así como los horarios, nuestros cuerpos, emociones y conversaciones. De cierta manera, todo gira alrededor de los hijos y es común que se vuelvan prioridad. Nos vemos con parejas que también tienen hijos, cargamos ahora una pañalera y no una cartera. Pero somos nosotros quienes elegimos cómo queremos cambiar la vida: negativa o positivamente; si queremos aprender de todas estas nuevas experiencias o quedarnos añorando de cómo eran las cosas antes”.
Por otra parte, las madres primerizas sienten que lo saben todo sobre crianza y cuidado, y que su pareja está en la ignorancia completa, sin ver que los dos son primerizos: “los dos están aprendiendo”.
La maternidad parece que intensifica esa necesidad y genera una sobreprotección, la cual enfocamos en el bebé. Por eso hay que trabajar en equipo, no ‘echarse en cara’ o criticarse las labores del otro. Hacer acuerdos para las despertadas nocturnas o para el cambio de pañales, actividades compartidas.
Otro factor que predomina es que las madres dicen que se enamoran de una manera impresionante de él y manifiestan que no es el mismo amor que creían tener por su marido. Seguramente a ellos también les pasa.
El diálogo y el contacto diario también son fundamentales. Tocarse, sentirse, acariciarse. Papá tiene que admirar a su esposa, decirle que está linda, consentirla, y no olvidar la ternura y el erotismo.
Aunque todo gire alrededor del niño, y es inevitable, hay que darle al otro importancia. Igualmente, los espacios individuales (tanto en hombres como mujeres) deben persistir, sin culpa ni remordimientos; disfrutar de lo que nos gusta, atrae y llena y, de la misma manera, tener espacios para los dos.
Al pasar los tres primeros meses, cuando se supera la etapa más crítica del cuidado del niño, hay que volver a salir a comer, a cine o hacer un viaje. Es vital una red de apoyo, como familia, amigos o profesionales. Algo que veo que funciona en muchas pareja es viajar solos, pues nos desconectamos de la rutina, permitimos que otros se hagan cargo de los hijos, tenemos tiempo para conversar, reencontrarnos, seducirnos mutuamente.
Si se logra una conexión con la paternidad y la maternidad, y se confía en las capacidades de cada quien para lograr las metas como padres, es más fácil disfrutar de la novedad, los retos y los aprendizajes en conjunto.
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